Es difícil creer que una persona cuyo cadáver aparece flotando en un barco sin remos, y cuyas manos han sido cortadas a la altura de las muñecas, haya fallecido de muerte natural. En el caso del escritor Maurice Seton, parecía ser así; para el inspector Adam Dalgliesh, el problema era averiguar quién lo mutiló y por que siniestros motivos. Lo que Dalgliesh creyó que serían unos días de descanso en la tranquila costa de Suffolk se convirtió a partir de ese momento en un peligroso juego que terminaría en tragedia.
"El rugido amainó y se oyó tan sólo el chapoteo del agua contra el bote y el grito ocasional de una gaviota..."
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